10 MANDAMIENTOS PARA CAMBIAR TU VIDA IMPRESIONANTE SALUD 1. No pasarás hambre
Pasar hambre engorda. Si dejas pasar más de cuatro horas entre una comida y la siguiente, tu cuerpo entra en el modo , y cosas terribles ocurren en tu . No pases hambre.
Esta es una historia de terror, y es un poco larga. Un poco de paciencia, al final todo se arregla.
Nuestro cuerpo está diseñado para sobrevivir. La grasa corporal que
tanto nos molesta no es más que una adaptación que nos permitía aguantar
más tiempo vivos si las cosas se ponían feas durante el invierno y no
había comida disponible. Un complejo mecanismo hormonal es el encargado
de decidir cuánta grasa necesitamos, cuándo se almacena, y cuándo se
quema. Pero con la y el estilo de vida actuales, ese mecanismo funciona a destiempo, y nos perjudica.
Cuando te levantas por la mañana han pasado unas diez horas desde
que comiste por última vez. Si te saltas el desayuno, o tomas un café y
algo dulce, como un par de galletas, no estás proporcionando suficiente
combustible al cuerpo. Si ya no comes nada más hasta las dos de la
tarde, hace 16 horas que estás pasando hambre. Llegarás a la comida como
una bestia voraz, y probablemente de mal humor.
El mal humor y la voracidad son el grito de socorro de tu cerebro,
que se está quedando sin combustible. Has entrado en modo ahorro
(starvation mode). El cuerpo está convencido de que atraviesas un duro
invierno.
El cerebro necesita glucosa para funcionar, y ahora te está
ordenando que comas cosas que hagan subir la glucosa en sangre
rápidamente. Así que te comes dos platos de macarrones, un postre, café
con azúcar, puede que unos licores y unos caramelos.
Después del festín, la glucosa en sangre sube como un cohete, mucho
más cuando la comida contiene azúcar o almidón (ver gráfico). El cuerpo
segrega grandes cantidades de insulina para compensarlo. La insulina
ordena al hígado que procese la glucosa, pero el hígado no puede con
tanta de golpe, así que el exceso se almacena en los michelines. Aunque
después vayas al gimnasio, el daño ya está hecho. Tu cuerpo piensa que
la próxima comida no está garantizada, y almacenará toda la grasa que
pueda, por si acaso. Además de producir el almacenamiento de grasa, la
insulina impide la secreción de hormona del crecimiento.
Con tanta insulina, la glucosa en sangre baja de golpe. Después de
comer te entra sueño y no piensas con claridad. Lo intentas compensar
con más café, un subidón que dura un rato para volver a dejarte por los
suelos. Ya no comerás nada más hasta la cena, justo antes de ir a
dormir. Llegarás hambriento y se repetirá la historia.
El mayor problema a la hora de perder peso es probablemente esta
montaña rusa de glucosa e insulina. Si dejas pasar más de cuatro horas
entre las comidas del día, entras en modo ahorro y empieza la etapa de
montaña en tu interior. Con cada subida y bajada, el flotador alrededor
de tu cintura se hincha un poco más. Peor aún, con el tiempo, la
insulina hace menos efecto, se puede desarrollar resistencia a la
insulina y, finalmente, diabetes.
La solución es simple: come menos cantidad, y más a menudo. Evita
las comidas que provocan una subida rápida de glucosa, como los dulces y
los carbohidratos blancos. Este es un solo un ejemplo de dieta que
permite aplanar la curva:
8:00 Desayuno: pan, huevos, fiambre y fruta
11:30 Almuerzo: fruta y yogurt
14:30 Comida: un solo plato con carne o pescado, verduras y arroz
18:00 Merienda: sandwich con fiambre de pavo y pan integral
21:30 Cena: pescado y verdura
La cantidad de comida que debes comer vendrá determinada por tu
metabolismo basal. Haz los cálculos y pesa la comida para un solo día, y
tendrás una idea bastante clara de cuánto comer. Mejor si las comidas
sean parecidas en cantidad, pero algo más abundantes por la mañana y
algo menos por la tarde y noche. De ahí en adelante, calcula a ojo,
usando los puñados como medida.
Prepara el almuerzo y la merienda el día anterior, así no se te
olvidará. Hay además muchos trucos para comer sano cuando estás de viaje
o de un lado para otro, que propondré más adelante.
También hay una excepción a la regla: el ayuno intermitente. No se lo pierdan.
2. No pasarás sed
Si tienes sed, ya es tarde, estás deshidratado. No llegues a ese
punto, bebe agua constantemente y perderás peso, estarás más sano,
tendrás más energía e incluso evitarás la halitosis.
La mayoría de la gente no bebe suficiente agua. No voy a repetir lo
de que nuestro cuerpo está compuesto en un 60% de agua, ni que el agua
es necesaria para todos los procesos químicos que se producen en su
interior, ni que hay que beber entre dos y tres litros al día. Eso ya lo
sabes. Pero hay otras buenas razones para beber agua quizá menos
conocidas.
Beber agua adelgaza
El agua es saciante, y beber ayuda a regular el apetito. En
un estudio de la universidad Virginia Tech se comprobó que las personas
que bebían agua antes de las comidas perdían más peso. Bebiendo agua
también se evita beber refrescos azucarados, esos venenos líquidos que
engordan.
El agua evita la retención de líquidos
Si sufres retención de líquidos, ¡tienes que beber más agua!
No es una contradicción. Con el agua, tu cuerpo también entra en modo
ahorro, y si no bebes bastante, piensa que la necesitarás más tarde y la
almacena en todos los tejidos. Si aumentas el consumo de agua, durante
los primeros días harás pis como un caballo, pero al poco tiempo algo
genial ocurre: el cuerpo se acostumbra y empezarás a perder volumen.
La sed cansa
Una deshidratación de tan solo el 2% del peso corporal
produce ansiedad y reduce la capacidad de trabajo en un 20%. Si la
deshidratación llega al 4% aparecen mareos, nauseas, inestabilidad
emocional y fatiga. El agua es imprescindible para el cerebro y los
músculos. Sin ella, la sangre se espesa y llegan menos nutrientes a las
células. ¿Estás cansado en el gimnasio? ¿No das pie con bola en el
trabajo? ¿De mal humor? Quizá solo necesites beber más agua.
El agua, el acné, el estreñimiento y el mal aliento
Beber más agua puede hacer milagros con tu piel, limpiando
las impurezas y mejorando los problemas cutáneos. Las cremas hidratantes
son un timo, hay que hidratarse desde dentro. ¿Estás estreñido? Lo
primero es beber más agua. ¿Dolor de cabeza? Muchas veces es solo
deshidratación. Y sí, una de las principales causas del mal aliento es
no beber suficiente agua.
Si no es agua, te está deshidratando
Las bebidas azucaradas y las bebidas alcohólicas, además de
engordar, son diuréticas. Es decir, hacen que perdamos agua con la
orina, y terminamos deshidratados. La cocacola no quita la sed, la
aumenta. La cerveza, lo mismo. El café es otro poderoso diurético. Si
tienes sed, bebe agua. ¿Tienes resaca? Entre otras cosas, estás
terriblemente deshidratado. Bebe como si salieras del desierto y tu
lamentable estado mejorará.
Cuando bebo alcohol (en mis días de atracón) sigo una regla: beber
al mismo tiempo la misma cantidad de agua. Una copa de vino, una copa de
agua. A la mañana siguiente, como nuevo.
Lleva a todas partes una botella de agua, pero no compres agua
embotellada. Es una estafa y un desastre medioambiental. Las botellas de
aluminio de SIGG tienen diseños espectaculares y duran toda la vida. Si
el agua del grifo en tu ciudad tiene mal sabor, Bobble fabrica botellas
con un filtro de carbono que arreglan el problema. Son baratas, y cada
filtro dura seis meses.
3. No tendrás sueño
La falta de sueño engorda, te hace más torpe, más irritable, puede
producir accidentes graves y para colmo, no está aumentando la
productividad, sino todo lo contrario. Duerme.
El país de la siesta es un desastre para dormir. Según los datos de
la ARHOE (Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles),
aquí dormimos en total una hora menos que en el resto de Europa. Los
demenciales horarios de las empresas, con la jornada partida, y la
estúpida idea de que quedarse en la oficina hasta las tantas significa
trabajar más han hecho estragos en el sueño de muchas personas, en su
salud y en la economía del país.
De hecho, la forma más segura de producir menos es dormir menos. La
falta de sueño afecta a la atención y la memoria a corto plazo, lo cual
da lugar a despistes, como olvidarse en un ingrediente al cocinar, o una
cifra en un balance. Mucho más grave, la falta de sueño es responsable
de un tercio de los accidentes de tráfico y una cifra similar de los
accidentes laborales.
Pasar sueño engorda
Estabas esperando que dijera esto, ¿verdad? La falta de sueño
aumenta los niveles de cortisol, la hormona del estrés, que bloquea la
hormona del crecimiento y hace que el cuerpo acumule grasa y pierda masa
muscular. Es decir, lo contrario de lo que necesitamos. Cuando no
dormimos también tenemos más apetito, y nos apetece comer alimentos con
alto contenido de grasa y azúcares. A la larga, la falta de sueño
incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardíacas y diabetes.
¿Cuánto hay que dormir?
Las ocho horas de sueño al día son una generalización, el
sueño necesario varía entre 7,5 y 9 horas, pero no menos de siete. Se ha
descubierto una mutación genética que hace que determinadas personas
tengan suficiente con seis horas, pero es un caso muy poco frecuente,
menos del 3% de la población. Si necesitas un despertador por las
mañanas, es que no tienes esa mutación, y solo estás pasando sueño.
La deuda del sueño
Un mito muy extendido es que el sueño acumulado durante la
semana se recupera el fin de semana. Es cierto que el sueño se acumula,
con lo que una hora menos al día durante una semana equivale a un día
entero sin dormir. Pero dormir dos o tres horas más el fin de semana,
aunque alivia los problemas creados por la falta de sueño, no compensa
el daño producido. El déficit se sigue acumulando, y solo se recuperaría
con una cura completa de sueño en vacaciones, que puede durar semanas.
Consiste en prohibir el despertador, irse a dormir cuando se tiene sueño
y levantarse de forma natural. Es mejor no tener deudas.
Menos sueño, más tontos
Una de las funciones más importantes del sueño es la
consolidación, el proceso por el cual el cerebro fija los recuerdos y
las ideas mientras dormimos. El sueño también hace aumentar la
creatividad, es decir, la capacidad del cerebro para generar nuevas
conexiones. En las fases de sueño profundo se reconstruye el cerebro, es
conveniente tener entre tres y cinco de estos ciclos durante la noche.
Seguro que has conseguido solucionar un problema que tenías atascado
después de una buena noche de descanso, pero es poco probable que lo
hagas quedándote en vela.
Dormir para ser una persona mejor
En los niños, la falta de sueño está relacionada con las
bajas calificaciones en el colegio y la hiperactividad. Los padres
reconocen cuándo los pequeños tienen sueño porque se ponen
insoportables. En los adultos, la falta crónica de sueño produce
irritabilidad, ansiedad y a la larga, depresión. Es decir, también se
ponen insoportables
Cómo dormir más
La luz y el ruido son despertadores naturales, duerme a oscuras y en silencio.
Acuéstate y levántate a la misma hora
No te lleves el trabajo a la cama. Deja el ordenador al menos una hora antes de acostarte.
Olvídate de la cafeína después de las seis de la tarde
Si no puedes dormir, dar vueltas en la cama solo empeora la
situación. Espera a que te entre sueño sentado haciendo algo relajante
(no, la televisión no vale).
Es difícil despertarse en medio de un ciclo de sueño profundo. Usa
un despertador progresivo, con luz y sonido, para que la transición sea
más suave, y levantarte mucho más descansado. Desde que tengo un Philips
Wake-up Light he dejado de ser un asesino en potencia por las mañanas.
Si tienes un bebé, el daño ya está hecho, pero busca las soluciones
que te funcionen: usa el método Ferber (introducido en España por
Estivill), el método Sears, haz turnos con tu pareja o cambia tus
horarios. Vas a pasar sueño, pero al menos intenta minimizar los daños.
4. No te estresarás
Si crees que el estrés es malo, te quedas corto. Es lo peor que te puede pasar, y acabará matándote si te descuidas.
El estrés es la respuesta de nuestro cuerpo ante el peligro, pero no
hace falta un peligro real para dispararlo. Basta con creérselo para
que se acelere el corazón, se contraigan los músculos y nos preparemos
para salir corriendo, aunque el peligro no sea un león, sino la fecha de
entrega de un informe.
Lo peor del estrés es que el cuerpo deja todo lo que no sea esencial
para salir por pies, y eso quiere decir que abandona el cuidado de sí
mismo. El cortisol, la hormona del estrés desactiva tu sistema
inmunitario como un interruptor. También aumenta por todos los medios
los niveles de glucosa en sangre, ayudando a quemar no solo grasa, sino
también masa muscular en el proceso. El cortisol bloquea además la
hormona del crecimiento, con lo que tampoco se desarrollan ni los huesos
ni los músculos si estás estresado.
Cuando pasa el momento de angustia, tu cuerpo se encuentra de
repente con un montón de glucosa que no ha quemado (porque al final no
has tenido que correr), y por tanto irá a parar de nuevo a tus
michelines. Además habrás perdido algo de músculo y te habrás quedado
temporalmente sin defensas. Durante ese tiempo, las bacterias y los
virus tienen barra libre.
Seguro que conoces a alquien a quien le sale un herpes en el labio
cuando se lleva un disgusto. Pues ahí tienes un ejemplo leve de lo que
puede hacer el estrés. Por sí solo no es la causa de ninguna enfermedad,
pero ayuda a que cualquier enfermedad latente empeore. Aunque no hay
estudios concluyentes, se sospecha que la aparición del cáncer tiene
mucho que ver con el estrés crónico y las épocas de depresión.
Si esta situación se repite todos los días, cada vez que ves a tu
jefe, cada vez que te llega una factura, o cada vez llegas a casa y te
peleas con tu familia, estás comprando papeletas para engordar, dormir
peor, perder pelo, tener problemas de la piel, tener diabetes y puede
que a la larga, cáncer.
Todos hemos oído que hay un estrés bueno y uno malo. La revista
Wired publicó un estremecedor artículo sobre el estrés explicando la
diferencia. Entre otros, citan un estudio con babuinos, unos monos
agresivos, desagradables y muy jerárquicos. Los babuinos dominantes
están más sanos que los subordinados, y sus niveles de cortisol son más
bajos. Los funcionarios británicos en el escalafón más bajo tienen una
mortalidad cuatro veces superior a la de los jefes, aunque todos dicen
estar estresados. En Hollywood, los actores que han recibido un Oscar
viven más años que aquellos que fueron nominados pero no ganaron la
estatuilla.
En resumen, el estrés es más perjudicial cuando no somos dueños de
nuestro destino, sino que sufrimos la incertidumbre de que otros tomen
las decisiones por nosotros. El estrés del jefe es saludable, el del
empleado, mortífero.
Hasta que llegue una vacuna contra el estrés, toma medidas.
Ponte en marcha
Si estás estresado, por lo general es porque tu situación
actual es mala, o porque piensas que puede empeorar. Describe por
escrito tu situación actual, y después la situación ideal en la que
deseas estar. Haz un plan para llegar allí, paso a paso, y cada día haz
algo que te lleve por ese camino. Mientras estés avanzando en esa
dirección, sentirás menos estrés. Si te quedas en el mismo sitio, el
estrés te devorará. Más prosaico, el deporte también reduce el estrés,
pero solo si disfrutas haciéndolo.
Ponte en lo peor
Imaginarte cómo será tu vida cuando todos tus problemas se
solucionen puede ayudarte, pero lo contrario también. Imagínate el peor
de los casos posibles. Tus planes fracasan, tus previsiones fallan,
ocurre un accidente y todos te abandonan. Escribe esta película de
terror con todos los detalles, y a continuación, lo que harías para
salir de ese atolladero. Saber que tienes un plan para cuando todo va
mal te hará ver los problemas reales de forma menos dramática. Además,
mirar a los problemas de frente ayuda a perderles el miedo.
Ponte en horizontal
Detente. Durante unos minutos, cierra los ojos, y si puedes,
túmbate y respira. Vacía tu mente. Sí, estás meditando. Cuando todo se
pone negro, es la mejor forma de tomar distancia y reanudar el camino
con mejor cara y nuevas fuerzas. Prueba la relajación progresiva de
Jacobson, un método muy sencillo y que no falla. Si relajas los
músculos, la mente se relajará.
Ponte en buenas manos
El estrés se atenúa cuando estamos en compañía de otras
personas que cuidan de nosotros y a las que cuidamos. Las personas
solitarias viven menos que las que tienen familia y amigos. Los mismos
resultados se han obtenido de los babuinos, a quienes las relaciones
sociales ayudan a disminuir los efectos del estrés. No sufras el estrés
en solitario.
Ya sé lo que estás pensando. En efecto, el sexo también es uno de los mejores remedios contra el estrés.
5. Comerás comida
Crees que comes comida, pero piénsalo bien. ¿Es fresco? ¿Podrías
llegar a cocinarlo en tu casa? Si lo que comes está procesado
industrialmente, cámbialo por otra cosa.
La comida procesada, esa que se vende en paquetes, es un pecado
vergonzante. Si preguntas, todo el mundo responde automáticamente “es
una porquería”. Pero luego la consumen en grandes cantidades y además,
se la dan a sus hijos.
¿Cuántas de estas cosas están en tu cesta de la compra? Nuggets de
pollo, pizza congelada, palitos de pescado rebozados, ketchup, chopped,
aperitivos salados, cruasanes rellenos de cocholate, sopa de sobre,
donuts, sanjacobos… la lista es interminable.
La comida procesada industrialmente no es comida de calidad. Evítala.
Ojo, no estoy diciendo que la comida industrial no sea segura. Tiene
que pasar por innumerables controles sanitarios. Tampoco creo en las
teorías de la conspiración sobre los frankenpollos sin ojos ni patas
criados en laboratorio.
Hay quien se preocupa por los aditivos, los famosos ingredientes con
E. Para mí, este es el menor de los problemas. Aunque algunos aditivos
pueden dar lugar a alergias, y hay personas más sensibles que otras,
todos ellos han sido aprobados para su uso en alimentación, superando
exámenes internacionales. Muchos son perfectamente naturales. El
colorante E-100 es cúrcuma, el conservante E-260 es ácido acético
(vinage) y el gelificante E-407 es carragenano (del alga roja), por
ejemplo.
El verdadero problema está en el resto de los ingredientes. Los
alimentos procesados industrialmente, para ser rentables, tienen que ser
baratos de producir, ligeramente adictivos y conservarse durante mucho
tiempo. Esto hace casi obligatorio que contengan estos ingredientes:
Azúcar
La comida procesada la contiene en cantidades ingentes, y no solo
son los dulces y bollos. El ketchup, los fiambres, el pan de molde, las
sopas, todo contiene azúcar, jarabe de glucosa, o en el peor de los
casos, jarabe de maiz. El exceso de azúcar es el responsable de la
epidemia de obesidad en todo el mundo y del incremento en casos de
diabetes.
Grasas trans
Para hacer bollería, espesar salsas, postres, galletas o
glaseados, hace falta grasa sólida. La mantequilla es cara, por lo que
la industria encontró hace años un sustituto: aceite vegetal hidrogenado
o lo que es lo mismo, grasas trans. Por un proceso químico se convierte
el aceite en una pasta que se puede emplear en casi todo y es muy
barata. Una lástima que con los años se haya comprobado que provoca
arterioesclerosis, diabetes, y se sospecha que cáncer. Por cierto, la
margarina contiene grasas trans.
Sal
En la comida procesada hay sal a espuertas. La sal ayuda a conservar
el alimento, es un estimulante de las papilas gustativas, por lo que lo
hace más sabroso, y despierta el apetito. Incluso los dulces y la
cocacola contienen sal. El exceso de sal produce retención de líquidos,
hipertensión y con el tiempo, diabetes.
Almidón
Puede estar en forma de harina de trigo, fécula de patata o de maíz.
Imprescindible para la bollería, espesar salsas, y dar consistencia a
los fiambres. Como otros hidratos blancos, el almidón se absorbe
rápidamente produciendo subidas de glucosa, picos de insulina,
michelines y diabetes.
La comida procesada está diseñada para que comas más. El azúcar y el
almidón hacen aumentar la glucosa en sangre. Al aumentar la insulina se
bloquea la leptina, la hormona que nos avisa de que hemos comido
suficiente. Así que sigues comiendo. Al rato de terminar, tu glucosa
baja de golpe, y vuelves a tener hambre.
Piensa en la diferencia. Si te comes una pechuga de pollo, es 100%
pollo, y te quedas satisfecho. Si comes chopped de pavo, contiene solo
la mitad de carne, el resto es grasa, azúcar y almidón. Engordas y
además te quedas con hambre. Un vaso de agua sacia tu sed, pero en una
lata de cocacola hay el equivalente a cuatro sobres de azúcar y una
pizca de sal, que harán que tengas más sed, y termines bebiendo más
refresco.
Ya no sirve la regla de “comer cuando tengas hambre” porque la
comida procesada trastorna tu apetito. Come comida que esté lo más cerca
posible de su estado natural. Alimentos frescos y si es posible,
crudos.
6. Practicarás mucho sexo
La ecuación es simple. Más sexo, más sano, más feliz. No tiene
sentido renunciar a la parte más sencilla y satisfactoria de nuestras
vidas.
Estamos diseñados para el placer. De todos los primates, el hombre
es el que tiene el pene de mayor tamaño en relación con su peso
corporal. En la mujer, el clítoris es un órgano cuya única función es
proporcionar placer. Todo eso no haría falta si solo se tratara de
fabricar bebés. Muchos animales despachan la cuestión en segundos,
porque el sexo puede ser peligroso cuando hay depredadores a tu espalda.
En los seres humanos, el sexo va mucho más allá de la reproducción.
Nuestros órganos y nuestras respuestas son típicas de los animales que
practican el sexo recreativo, como los delfines, o los bonobos, unos
primos hipersexuales de los chimpancés. El sexo es la forma en la que
evolucionamos para mantener el grupo unido, porque la supervivencia de
nuestros ancestros dependía del trabajo en equipo.
En el libro Sex At Dawn de Christopher Ryan, que pronto llegará a
España, se analizan los últimos avances en antropología con un resultado
sorprendente: los seres humanos son promiscuos por naturaleza. Al
trabajo en equipo sumaban el sexo en grupo. Todo era compartido, desde
la comida hasta la crianza de los hijos, simplemente porque así era más
fácil sobrevivir. El cuento cambió con la llegada de la agricultura, la
propiedad privada, la guerra y las religiones. Entonces perdimos el
paraíso.
Como prueba de esta naturaleza sexual del ser humano, cada vez más
estudios científicos confirman algo que todos sabemos de forma
instintiva. El sexo es bueno. Muy bueno.
Menos estrés, mejor humor
El sexo aumenta los niveles de dopamina, el neurotransmisor
del placer en el cerebro, igual que ocurre con las drogas, el chocolate y
ganar al bingo. Después del orgasmo aumentan los niveles de prolactina,
que produce relajación (y sueño, sobre todo en los hombres). Además, ya
sabemos lo conveniente que es reducir el estrés, y el sexo es la mejor
medicina.
Ahora sí, que me duele la cabeza
Después de un buen revolcón el cerebro segrega endorfinas,
opiáceos naturales que disminuyen la sensación de dolor. También se
segrega oxitocina, la “hormona del achuchón”, que hace bajar los niveles
de cortisol, la hormona del estrés. La oxitocina es uno de los
responsables de ese sentimiento que llamamos amor. Varios estudios
demuestran que además el sexo disminuye el riesgo y los trastornos de la
depresión.
No sirve como ejercicio, pero a quién le importa
Durante el sexo se queman tantas calorías como pasando el
aspirador, es decir, no sustituye la sesión de cardio ni los cinco
kilómetros de carrera. A cambio con el sexo se segrega la hormona DHEA
que dilata las arterias y mejora la circulación, previniendo
enfermedades cardíacas.
Más sexo, más testosterona, más sexo
El sexo frecuente hace aumentar los niveles de testosterona,
la hormona que necesitas para aumentar tu masa muscular. A la inversa
también ocurre. Los suplementos deportivos para aumentar la
testosterona, como el extracto de Tribulus Terrestris, tienen como
efecto secundario aumentar la libido.
El secreto de la eterna juventud
Los médicos sospechaban que el sexo frecuente podía causar
cáncer de próstata. Lo que se encontró fue lo contrario. En un estudio
de 2004 se comprobó que en realidad los hombres que eyaculaban 20 veces o
más al mes tenían menos riesgo de padecerlo. Se sospecha que también
puede prevenir el cáncer de mama. Otros estudios apuntan a que las
personas que bailan en horizontal viven más tiempo, tanto hombres como
mujeres, aunque puede haber otros factores, como bajos niveles de estrés
o estado general de salud, que están relacionados.
¿Hay sexo después del matrimonio y los hijos?
Se han detectado algunos casos. Bromas aparte, el sexo es una
actividad sinérgica. Cuanto más tienes, más quieres. Pero también
funciona al revés, cuanto menos se practica, menos apetece. Eso quiere
decir que en situaciones de estrés, como la de tener una familia, hay
que dedicarle tiempo y esfuerzo, como bien explica el blog Me crecen los
enanos. Evitar la rutina y planear aventuras es el secreto.
Más fértiles
El declive de la fertilidad en el mundo civilizado está
relacionado con la reducción en la calidad del esperma. Se han buscado
muchas causas, desde la dieta hasta la radiación, pero un reciente
estudio demostró que eyacular todos los días mejoraba la calidad del ADN
de los espermatozoides, y por tanto, aumentaba la fertilidad.
Al alcance de la mano
Como decía Woody Allen, el sexo es como jugar al bridge. Si
no tienes un buen compañero, más vale que tengas una buena mano. El sexo
en solitario, lejos de ser un problema, tiene tantas ventajas
fisiológicas como el compartido. Mejora el sistema inmunitario, previene
infecciones por hongos en las mujeres y protege la próstata en los
hombres. Además es imprescindible para aprender sobre nuestra propia
respuesta sexual antes de compartirla con otras personas.
Con pilas
Si el problema es la pereza o el cansacio, la tecnología
viene al rescate. Desde la famosa Hitachi Magic Wand (sale en la serie
Sexo en Nueva York) hasta el sofisticado RealTouch que inventó un
ingeniero de la NASA, el placer empieza con un clic.
7. Pondrás en forma tu cerebro
Millones de años de evolución nos han proporcionado una maravilla de
la naturaleza: el cerebro de un mono hiperactivo. No dejes que se te
ablande.
Estamos programados para absorber información como una esponja,
permanecer atentos al más mínimo cambio en nuestro entono, y aprender de
los cambios. Una habilidad muy útil cuando una rama que se rompe o un
cambio en el viento puede anunciar al depredador a tu espalda. Mono que
medita, leopardo que se lo come.
Las neuronas que se disparan juntas, se conectan. Cuando recibimos
estímulos, creamos una respuesta de forma automática. Pero esto es un
problema cuando los estímulos son demasiados, y nos ponen en un modo de
alerta constante. Piensa en lo que ocurre en un aeropuerto o en la
oficina. Teléfonos que suenan, anuncios por megafonía, carteles en las
paredes, anuncios pantallas gigantes, y gente, mucha gente.
Esta sobrecarga es como la comida basura. Nos da la impresión de
estar siempre ejercitando la mente, pero en realidad perdemos
capacidades. Menos memoria, menos creatividad, una nebulosa en lugar de
ideas claras y esa palabra que tienes en la punta de la lengua y no
termina de salir. El cerebro se mejora igual que el resto del cuerpo:
dieta y ejercicio.
Meditación, la dieta del cerebro
Meditar no es tanto ponerse en la posición del loto y prender
incienso, sino más bien darle un descanso al cerebro, limitando en todo
lo posible los estímulos externos. Si has subido a una cumbre y te has
quedado oteando el paisaje, o has pasado un rato mirando las olas del
mar, o las estrellas, estabas meditando. Seguramente habrás encontrado
la solución a muchos problemas en esos momentos.
Cuando meditas, te vuelves más listo, piensas mejor, aprendes más,
recuerdas más. Las palabras que repites en ese estado cambian tu mente.
Es un método que también emplean muchas religiones, aunque lo llaman de
otro modo.
Para meditar no te hace falta el mar ni la montaña, puedes hacerlo
en cualquier parte. Solo con cerrar los ojos y respirar hondo estamos
bloqueando una buena parte del ruido del mundo. Cambia 20 minutos de
televisión por 20 minutos de meditación y notarás la diferencia.
Ejercicios para las neuronas
Ahora que tienes el cerebro a dieta, ponlo a hacer ejercicio.
Memoriza algo cada día: Da igual si se trata de un número de
teléfono, una cita famosa o la letra de una canción. La memoria es como
un músculo, se puede entrenar y mejorar a cualquier edad.
Lee: Con 30 minutos de lectura al día se puede acabar un libro a la
semana. No leas solamente novelas. Los libros de ensayo te permitirán
aprender cómo funciona el mundo.
Decide rápidamente: Tomar decisiones es una de las tareas más duras a
las que nos enfrentamos, en unos pocos segundos procesamos mucha
información y realizamos innumerables cálculos. No te quedes parado.
Identifica a qué te enfrentas y decide en minutos. Con el tiempo tomar
decisiones te producirá menos estrés y lo harás más rápido.
Muévete: Desde hace algunos años se sabe que nuestro cerebro procesa
los pensamientos lógicos, participan las neuronas que mueven los
músculos. A la inversa también funciona, y varios estudios demuestran
que hacer deporte mejora la capacidad para las matemáticas. Lo mismo
ocurre cuando se aprende a tocar un instrumento musical o a bailar,
actividades físicas y mentales a la vez.
Haz amigos: Las relaciones positivas mejoran nuestro cerebro. La
empatía con otras personas mejoran nuestra capacidad de solucionar
problemas y nuestra memoria. Ojo, las malas relaciones tienen el efecto
contrario.
¿Funcionan los juegos?
Si se trata de memorizar una página de la guía telefónica o 100
dígitos de pi, podemos aprender a hacerlo. Lo que no está demostrado es
que eso nos haga más inteligentes en otros aspectos. Es decir, ser bueno
con el sudoku sirve, sobre todo, para hacer más sudokus.
Lo mismo se puede decir los juegos de entrenamiento mental como los
que popularizó Nintendo para su consola DS. Los estudios realizados por
la Universidad de Rennes descubrieron que los sujetos que usaban la
consola no tenían mejor memoria, pero sí mejoraban su capacidad
matemática, aunque lo mismo que si hicieran los ejercicios con lápiz y
papel.
Por cierto, la idea de que usamos solo el diez por ciento del
cerebro es una completa tontería. Usamos la totalidad del cerebro, todos
los días. Con resonancia magnética se ha podido comprobar que hasta las
tareas más sencillas encienden las neuronas en todas las zonas del
cerebro. No hay pastillas mágicas, solo trata de hacer las conexiones
adecuadas.
8. Entrenarás con intensidad
El trote cochinero o las repeticiones con poco peso son estupendas
para prevenir infartos y mantener las articulaciones flexibles, pero si
lo que quieres es cambiar tu cuerpo, prepárate a sufrir.
“El cuerpo no cambia si no le haces creer que tu vida está en
peligro”, me dijo una vez un experto. Todos los entrenamientos siguen el
mismo método: rompes los músculos y dejas que el cuerpo los
reconstruya, más fuertes que antes. Da igual si se trata de levantar más
kilos en el press de banca o de correr esa media maratón en menos
tiempo. Cuando llevas a tu cuerpo al límite, lo fuerzas a adaptarse,
para mejor.
Ya sabes que el cambio es una actitud mental. Si quieres cambiar,
tienes que cambiar. Con el deporte, eso significa convertirte en alguien
que sufre y suda. En el entrenamiento con pesas hay que buscar la
intensidad en cada movimiento. Si te dedicas a correr, cada día tienes
que batir la marca del día anterior. Sal de tu zona de confort y podrás
medir el progreso.
En el entrenamiento con pesas, desde los años 70 se emplea una
técnica llamada HIT (High Intensity Training). En lugar de largas
sesiones, se trata de hacer una sola serie de 7-8 repeticiones por
músculo, con mucha concentración y muy lentamente, hasta alcanzar el
fallo muscular, el punto en el que no es posible levantar una más. El
entrenamiento acaba en menos de una hora, pero el dolor es tanto que se
recuerda durante días. Es muy efectivo para ganar masa muscular.
En el ejército o la policía no buscan culturistas, sino fuerza y
velocidad. Los entrenamientos son variaciones de una técnica llamada
crossfit, que combina ejercicios con el propio peso, como fondos o
dominadas, con ejercicios con pesas y saltos. Los ejercicios se realizan
de forma explosiva, muy rápido y el mayor número de veces posible.
Para mejorar la capacidad aeróbica, se utiliza el entrenamiento con
intervalos, alternando, por ejemplo, 30 segundos de sprint (carrera a la
máxima velocidad) con un minuto andando. Otra variante consiste en
subir una cuesta corriendo y bajarla andando, o hacer lo mismo en
bicicleta o nadando.
Todas estas técnicas tienen sus defensores y detractores, pero dan
resultado. Tienen algo importante en común. La intensidad. Para que el
ejercicio funcione hay que concentrarse y hacer cada movimiento como si
fuera el último. Uno de mis primeros entrenadores me lo dijo hace años
“Está todo en la cabeza, hasta que no sientes el músculo, no lo haces
crecer”.
Tenía razón. La concentración favorece la creación de conexiones
entre las neuronas que controlan los músculos, aumenta la
vascularización (llega más sangre) y es imprescindible para mejorar
nuestro rendimiento en cualquier deporte. Piénsalo la próxima vez que
hagas diez repeticiones en la máquina de hombro mientras ves el ténis en
la pantalla plana de tu gimnasio, sin derramar una gota de sudor.
Oigo las protestas. Claro que el ejercicio de baja intensidad es
beneficioso. Las personas que hacen tai-chi, yoga, estiramientos o
aquagym pierden peso, bajan su tensión arterial, sus niveles de glucosa
en sangre, mejoran la resistencia a la insulina, duermen mejor y sufren
menos estrés, pero solo si se comparan con las no hacen nada y se quedan
sentadas viendo la televisión.
9. No caerás en la rutina
Nos cuesta años adquirir nuestras habilidades, nuestras manías y
nuestras ideas preconcebidas. Cambiarlo puede ser difícil, a no ser que
cada día te salgas un poco del programa.
Sin rutinas nuestra vida sería un infierno. La costumbre nos permite
hacer las cosas sin pensar en ellas. Sin esa habilidad del cerebro para
acostumbrarse y repetir, cada día al levantarnos tendríamos que
aprender todo de nuevo, pensar en cada movimiento. ¿Cómo se abre este
grifo? ¿Con qué botón se pone en marcha la cafetera?
Por eso nuestro cuerpo y nuestro cerebro tienden a la homeostasis,
es decir, quedarse como están y hacer lo de siempre. Los cambios bruscos
se perciben como estrés, y todos tenemos una resistencia natural a
ellos.
Dicho esto, la vida es demasiado corta para hacer siempre lo mismo.
Cuando nos instalamos en una rutina, dejamos de aprender. Estamos
cómodos, pero no progresamos. Con el tiempo, también dejaremos de estar
cómodos. Es lo mismo si se trata de tu trabajo, tu deporte o tu pareja.
Sin cambios, nos quedamos dormidos. El durmiente debe despertar.
Cambia por cambiar
Mucha gente siente terror cuando cambia su entorno. Pero si
acostumbramos a nuestro cerebro al cambio, seremos más creativos, más
productivos y más felices. ¿Por qué no cambiar cosas sencillas?
Deja de ver la televisión durante una semana
Ve al trabajo por otro camino
En el coche, pon una emisora diferente en la radio
Hoy, abandona el ascensor y sube por las escaleras
Pide algo en el restaurante que nunca hayas probado
Deja que conduzca otra persona tu coche
Cepíllate los dientes con la otra mano
Toma una tarde libre y da un paseo
Despista a tus músculos
Si alguna vez te has apuntado a un gimnasio, notarás un gran
progreso en las primeras semanas, y luego un estancamiento. Nuestro
cuerpo se adapta, y los músculos buscan pequeños trucos para hacer el
mismo ejercicio con el mínimo esfuerzo. También puede ser que te aburras
y no te lo tomes con el mismo entusiasmo. Cambia el entrenamiento
periodicamente. Entrena al límite de tus fuerzas una semana, y más
ligero, pero rápido a la siguiente. No dejes que el cuerpo se duerma.
Confunde a tu estómago
Si mantienes la misma dieta durante mucho tiempo, tu
metabolismo también se adaptará y bajará, con lo que terminarás
necesitando menos energía, y entonces, aunque comas lo mismo, estarás
creando un superávit y engordarás. Esta es la lógica detrás del día del
atracón. Si estás intentando ganar músculo, alterna temporadas de
aumento de peso, en las que comes más y levantas más, con otras de
pérdida de grasa en las que haces más aeróbico y comes menos.
Haz algo que te de miedo cada día
No se trata de echarse al foso los leones o saltar en
paracaídas, puedes empezar con pequeñas cosas. Habla con un desconocido
que te parezca interesante. Ve al cine solo. Llama por teléfono a un
amigo con el que hace años que no hablas. Admite que te has equivocado
en algo. Pide a tu jefe más responsabilidades, o más sueldo. Limpia el
armario. Puede ser pequeño o grande, pero manda a paseo a las voces en
tu interior que anuncian desastres, y hazlo.
Móntate la película
Si lo anterior te parece imposible, la visualización es la
clave. Imagínate haciendo eso que te da miedo o te da pereza, sea pedir a
tu jefe un aumento, o hablar con esa persona que te gusta, pero a la
que no has dicho nada. Imagina todos los detalles, y asegúrate de que en
esa película actúas con confianza, y al final todo sale bien. Para algo
eres tú el director. Después, hacerlo de verdad será más fácil.
10. No perderás el tiempo
Si fueras a morir en una semana, ¿qué harías? Pues piensa que
seguramente, eso mismo es lo que tendrías que estar haciendo ahora.
Ric Elias iba en el avión que se precipitó al río Hudson en 2009. El
piloto pudo amerizar de panza y todo el mundo fue rescatado ileso. Como
explica en su vídeo, convencido de que iba a morir, a Eric le dio
tiempo a pensar en todo lo que siempre había querido hacer y no hizo. En
todo el tiempo que había desperdiciado en “cosas que no importan con
personas que sí importan”.
Mira hacia atrás. Lo que hace diez años te preocupaba, seguramente
ahora te parece una tontería. Quizá dejaste pasar algo que deseabas. Si
pudieras volver, lo cambiarías. Pero ¿qué pensarás de ti mismo dentro de
diez años? Si tu avión se estrellara mañana, ¿qué lamentarías?
Con suerte y esfuerzo, siempre se puede conseguir más dinero, más
inteligencia, más amigos, más amor. Pero no más tiempo. Es un recurso
limitado, y dejando aparte un más allá del que no hay pruebas ni
noticias, es todo lo que tienes. Perder el tiempo es perder tu vida.
Estas son algunas de nuestras formas preferidas de perder el tiempo:
Montar un drama: Conflictos con nuestra
pareja, irritación, gritos en el trabajo y compadecernos de nosotros
mismos. El drama es adictivo porque nos libera de la responsabilidad y
nos reafirma en lo que conocemos. Las cosas son malas, y no hay nada que
podamos hacer excepto patalear. Mientras tanto, podríamos estar
haciendo algo para mejorar la situación.
Precuparnos demasiado de los demás: Las personas pueden paralizarnos
si nos preocupamos en exceso de lo que piensen. Esta es una trampa
mortífera basada en dos mentiras. Por un lado, lo que piensen los demás
tiene que importarnos poco. Por otro, los demás raramente se preocupan
de nosotros así que tampoco deberíamos tomarlos tan en serio. Haz ya lo
que tengas que hacer, te sorprenderá su reacción.
Tener razón: Imagina todo el tiempo y energía malgastado en tener
razón e intentar convencer a los demás. Aunque la tengamos, y consigamos
convercerlos, es una victoria pírrica. Nunca los convenceremos a todos,
ni del todo. No hemos avanzado ni un milímetro en nuestros objetivos.
en lugar de concentrarte en tener razón, actúa, y deja que tus actos
hablen por ti.
Juzgar y cotillear: Otro pasatiempo pernicioso y adictivo porque nos
hace sentir mejor, o por lo menos, mejores que el resto. En realidad,
el efecto es justo el contrario. Concéntrate en la parte positiva de la
gente, y elogia en voz alta las cosas buenas que encuentres, sean pocas o
muchas.
Dar vueltas a la cabeza: Pensar demasiado en el futuro antes de
tomar una decisión, o pensar demasiado en el pasado lamentándonos por
algo que hemos hecho, son las peores formas de perder el tiempo. El
pasado no se puede cambiar, y nuestro futuro dependerá de lo que
hagamos, no del tiempo que pasemos preocupándonos. Si actuamos en lugar
de dar vueltas a las ideas en la cabeza dejaremos de perder el tiempo y
daremos contenido a nuestra vida.
El principio de Pareto
El economista Wilfredo Pareto nos regaló la fórmula del 80-20: el
20% de la población acumula el 80% de la riqueza. Pero esta regla se
puede aplicar a casi todo. El 20% de los clientes de una empresa
producen el 80% de los ingresos. El 80% del trabajo de un proyecto se
completa en el 20% del tiempo. Microsoft descubrió que corrigiendo el
20% de los fallos más importantes de Windows se solucionaba el 80% de
las quejas.
La vida es muy corta, y no tenemos tiempo para todo. Si aplicamos el
principio de Pareto de forma radical nos quedaremos solo con aquello
que merezca la pena, y evitaremos desperdiciar nuestro tiempo en las
cosas y las personas que no lo merecen. Piensa en ese 80% de mensajes de
correo que no son importantes. En el 80% del tiempo que pasas en la
oficina sin producir nada útil. En el 80% de las llamadas que pueden
esperar. En el 80% del dinero que empleas en acumular objetos que no
usas ni disfrutas.
El superviviente Ric Elias dice que ahora colecciona vinos malos,
porque “si el vino es bueno y tengo compañía, abro la botella”. Corta
por lo sano. Quédate con lo esencial y disfrútalo hoy. No hay tiempo
para más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario